La incubadora se ha convertido en una herramienta para la atención de ciertos casos de bebes prematuros. (Foto: Miguel Bellido / Archivo El Comercio)
La incubadora se ha convertido en una herramienta para la atención de ciertos casos de bebes prematuros. (Foto: Miguel Bellido / Archivo El Comercio)
Alfredo Guzmán

La reciente e impactante noticia sobre la muerte de neonatos prematuros en diversos hospitales del país ha sido la bofetada que necesitaban las autoridades de Salud de nivel central y regional, así como la población en general, para darse cuenta de lo precario de nuestro sistema de salud y los graves problemas de gestión que lo propician.

Las incubadoras son solo la punta del iceberg de algo mucho más complejo, que va desde políticas de salud, rectoría, descentralización, capacidad de gestión, capacitación de recursos humanos y distribución de estos, personal de salud insuficiente, particularmente especialistas, falta de equipamiento, y escasez de medicinas. En esa situación se producen las consultas, internamientos e intervenciones quirúrgicas, por lo que en esos ámbitos también puede aparecer otra punta de iceberg.

Sobre los prematuros, ya ha sido explicado que no solo es la falta de incubadoras, sino la necesidad de otros equipos (ventiladores, equipos de infusión), contar con neonatólogos y personal capacitado en ese manejo, contar con un ambiente adecuado y lo más aséptico posible. La realidad en la mayoría de hospitales de referencia en provincias es que tienen servicios con muchas deficiencias. Esto es conocido por las autoridades desde hace mucho; sin embargo, pese al incremento del presupuesto de Salud en los últimos años, esto no se ha trasladado a los servicios por incapacidad en el manejo del gasto presupuestal asignado, por tener otras prioridades más políticas que técnicas o por corrupción. Y si hablamos de políticas de salud, estas no han tenido el énfasis o el presupuesto para, justamente en este caso, atacar las causas de la prematuridad, como el embarazo adolescente, que se mantiene casi igual desde hace 20 años y con mayor proporción en poblaciones rurales o amazónicas en situación de pobreza que tienen altos niveles de desnutrición y anemia, que son aspectos nutricionales vinculados a la prematuridad. Sin embargo, existen congresistas en contra de los métodos anticonceptivos.

La falta de capacitación de los profesionales de salud en los establecimientos permite que en el control de las gestantes no se detecten signos de alarma que puedan llevar a bebes prematuros, como la hipertensión y las infecciones, o que el crecimiento del bebe no sea el adecuado. Todo ello no se realiza en el hospital, debe ser hecho en los centros de atención periféricos y derivar a las pacientes en riesgo a un hospital de referencia en donde, de comprobar la posibilidad de un parto prematuro, haya especialistas que sepan que deben usar medicinas como corticoides para madurar el pulmón, hipotensores para controlar la presión arterial, sulfato de magnesio o antibióticos. Sin embargo, nos encontramos con que los materiales necesarios son escasos o que los profesionales no conocen el manejo apropiado.

Como vemos, es una cadena de deficiencias que llevan a que la morbilidad y la mortalidad materna y neonatal, que si bien han bajado en los últimos años, se mantengan aún muy altas y por causas fácilmente prevenibles. Y la prevención siempre es menos costosa que un tratamiento salvador.

El Estado, a través del Ministerio de Salud, debe asumir una rectoría efectiva que le permita monitorear, e intervenir cuando se necesite, las direcciones regionales de salud que por el momento no dan la talla para gestionar y manejar adecuadamente los recursos. Debería existir un sistema único de salud. Enfocarse en prevención y detección a través del primer nivel de atención en los 742 establecimientos estratégicos señalados hace más de 6 años y, sin embargo, no equipados e implementados como se planeó hasta el momento. No construir hospitales por construir, sino asegurar que van a contar con presupuesto, equipos y, sobre todo, especialistas y reforzar los que se tienen. Capacitar a los profesionales empezando en las zonas de mayores índices de morbilidad, distribuir especialistas a nivel regional con mayores incentivos y usando también a los residentes, y por último, mejorar la cadena de abastecimiento de insumos y medicinas a los establecimientos. Ahora fueron las incubadoras, en otro momento podrán ser las máquinas de anestesia o los servicios de cuidados intensivos.