En diversas ciudades del mundo, se han realizado protestas contra la sinofobia con el mensaje “no soy un virus”. (Foto: Richard Hirano)
En diversas ciudades del mundo, se han realizado protestas contra la sinofobia con el mensaje “no soy un virus”. (Foto: Richard Hirano)
Ana Núñez

Aproximadamente un mes después de que estallara el primer brote de , el periódico francés Courrier Picard tituló “Alerta amarilla” en su portada del 26 de enero, referida al avance de la epidemia. Poco después, en Alemania, la revista Der Spiegel mostraba en su primera plana a un hombre con protección extrema. Máscara de oxígeno, orejeras y hasta una capa impermeable que le cubría de pies a cabeza. Debajo de la imagen y en letras amarillas (el color elegido no es gratuito), se podía leer desde un extremo al otro de la revista: “Made in China”. El paso de los días demostró que no se trataba de hechos aislados ni de simples ‘errores’ que podían solucionarse con una disculpa, como se pretendió.

(Debido a la llegada del coronavirus al Perú, El Comercio ha decidido mantener liberadas todas sus notas de servicio público referentes al tema. )

Era el anticipo de una serie de expresiones xenófobas que, como rosario de cohetecillos, comenzarían a detonar alrededor del mundo: en Nueva York, un hombre atacó a una mujer que llevaba una mascarilla y le gritó “enferma de mierda”. En el metro de Los Ángeles, otro sujeto vociferó: “Todas las enfermedades vienen de China porque son jodidamente asquerosos”. En España, algunos centros médicos privados no atienden a pacientes con rasgos orientales. Y en varias partes del mundo los negocios chinos lucen vacíos y la gente evita cruzarse con toda persona que tenga el ojo rasgado, como si el coronavirus fuera parte de los mismísimos genes chinos. Como podemos ver ahora, las portadas de Courrier Picard y de la revista Der Spiegel fueron solo el atisbo de la punta del iceberg de lo que llamamos sinofobia.

Una representación de la Mona Lisa es intervenida con una mascarilla en Barcelona, donde se canceló el Mobile World Congress por el coronavirus. (Foto: AFP)
Una representación de la Mona Lisa es intervenida con una mascarilla en Barcelona, donde se canceló el Mobile World Congress por el coronavirus. (Foto: AFP)
/ PAU BARRENA

La discriminación y la xenofobia contra la China y sus ciudadanos no son nuevas, pero el temor y el desconocimiento ante el avance del COVID-19 están sacando los peores rostros de la humanidad alrededor del globo. El golpe ha sido sentido no solo por los hijos del gigante asiático, sino incluso por ciudadanos de otras naciones que han sido atacados solo por su apariencia. Como en toda fobia, por ignorancia y prejuicio. El acuse del golpe ha sido una campaña antirracismo nacida desde los propios chinos y sus descendientes regados en toda la orbe. “No soy un virus” reza el lema y no es una exageración. A muchos de ellos les han gritado en la calle “¡coronavirus!”. Así, a secas.

Hasta ahora, en el Perú no se ha presentado ningún impacto a nivel de discriminación del ciudadano chino o de la comunidad tusán por la epidemia del coronavirus, según José Tam, presidente de la Cámara de Comercio Peruano China, cuyo abuelo paterno –del que heredó nombre y apellido– llegó a nuestro país en 1911 “con una mano adelante y otra atrás” y “pudo tener un pequeño éxito comercial y educar a todos sus hijos en una universidad”. Tam tiene una irrefutable explicación al respecto: el Perú es un país de todas las sangres y una de ellas, una de las principales al menos cuantitativamente hablando, es la china.

Para los vecinos de fines del siglo XIX e inicios del XX, el Barrio Chino del centro de Lima era “un foco infeccioso de enfermedades”. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
Para los vecinos de fines del siglo XIX e inicios del XX, el Barrio Chino del centro de Lima era “un foco infeccioso de enfermedades”. (Foto: Archivo Histórico El Comercio)
/ EL COMERCIO

“Los primeros chinos que llegaron fueron hombres jóvenes, con lo cual se promovió rápidamente la mezcla racial. Por ello, hoy no se sabe si somos el diez por ciento o más, porque a veces ni siquiera en el rostro ya se puede captar esa ascendencia”, añade.

Como claramente lo deja entrever Tam, todos tenemos un amigo, un vecino, un compañero de trabajo o hasta un familiar de ascendencia china pero nacionalidad peruana; por lo tanto, ver a alguien con la fisonomía de un ciudadano asiático no nos hace presumir per se que sea chino. O como lo recalca el propio Tam: “Hay tal costumbre y hábito de los peruanos de vivir rodeados de chinos, que la presencia de alguien con ojos rasgados no espanta a nadie”.

Para entender este fenómeno hay que recordar que solo en la primera ola de migración China al Perú, entre 1849 y 1874, llegaron a nuestro país más de 100 mil ciudadanos chinos a través de embarcaciones marinas. “Fuera de Asia, me animaría a decir que Perú es un caso único de estudio sobre la integración cultural y racial con China, que fue tan natural pese a sus bemoles iniciales”, señala.

José Tam, presidente de la Cámara de Comercio Peruano China. Su abuelo llegó a Perú en 1911. (Foto: Elías Alfageme)
José Tam, presidente de la Cámara de Comercio Peruano China. Su abuelo llegó a Perú en 1911. (Foto: Elías Alfageme)
/ SOMOS > ELIAS ALFAGEME

Aunque José Tam da una lectura en retrospectiva a esos “bemoles iniciales”, la historia es la historia y es necesario decir que aquellos primeros ciudadanos chinos llegaron en situación de ‘semiesclavitud’. Semiesclavitud con comillas porque la única razón para no poner simplemente ‘esclavitud’ es que estos vinieron con un contrato, pero este no era respetado y ello los ponía en condiciones casi inhumanas y paupérrimas.

No podemos dejar de mencionar, tampoco, que al menos en dos ocasiones los chinos que llegaron a nuestro país fueron víctimas de racismo y xenofobia por razones sanitarias, tal y cual está pasando ahora en otros países ante el avance del coronavirus.

Como se sabe, la llegada de los primeros chinos se dio en el contexto del boom del guano, a mediados del siglo XIX. Al mismo tiempo, aparecieron una serie de epidemias de fiebre amarilla en toda Sudamérica, incluido el Perú. La más fuerte fue la epidemia de 1868, que mató a casi un 5 % de la población limeña, mientras que un 10 % se contagió. Para los vecinos de la época, el Barrio Chino era un foco de propagación de enfermedades y actuaban en consecuencia, a pesar de que las razones de las epidemias eran otras.

El diario francés Courrier picard tituló en su portada “Alerta amarilla”. Tuvo que pedir disculpas ante el rechazo de las autoridades chinas.
El diario francés Courrier picard tituló en su portada “Alerta amarilla”. Tuvo que pedir disculpas ante el rechazo de las autoridades chinas.

“La llegada de los chinos se asoció con la fiebre amarilla. Esto se apreció en numerosas cartas de vecinos de Lima al diario El Comercio, donde se exigía a las autoridades que hagan inspecciones sanitarias al Barrio Chino y en especial a los restaurantes chinos. En estas cartas se aprecian asociaciones del chino con la suciedad, la enfermedad venérea, el opio y el hacinamiento. Este clamor fue recogido por las autoridades, que empezaron a hacer inspecciones a casas, comercios y restaurantes chinos. Los médicos también contribuyeron a generar estos miedos, al considerar que los hábitos poco higiénicos, según ellos, de los migrantes chinos eran causa de la aparición de enfermedades”, recuerda Jorge Lossio, historiador de la salud y director del Instituto Riva-Agüero de la Universidad Católica del Perú.

Poco después, en 1877, un estudiante de Medicina de San Marcos escribió una tesis titulada “La inmigración china es un mal necesario de evitar”. En esa tesis señala que se debía prohibir la inmigración china, pues era causa de enfermedades y degradación racial. “Es decir, se pensaba que había razas superiores (europeos) e inferiores (asiáticos) y que la llegada de razas inferiores traería la degradación de la ‘raza peruana’”, dice el historiador.

Al mismo tiempo, en esas contradicciones propias de la sociedad, los herbolarios chinos eran reconocidos como buenos sanadores y se consumía mucho sus productos.

Como si comer productos o comida originaria de China contagiara de coronavirus, este restaurante chino en Sydney luce vacío.
Como si comer productos o comida originaria de China contagiara de coronavirus, este restaurante chino en Sydney luce vacío.
/ Brendon Thorne

La xenofobia contra los ciudadanos chinos y sus descendientes (y los asiáticos en general) se profundizó nuevamente a inicios del siglo XX, cuando la peste asoló nuestro país. “Hubo una reiteración de ideas raciales o asociaciones entre asiáticos y hábitos poco higiénicos”, recalca Lossio.

Pero ¿por qué hubo este sentimiento antichino tan fuerte desde mediados del siglo XIX hasta por lo menos mediados del siglo XX? “Estos sentimientos vienen del siglo XIX a partir de dos fenómenos: la migración china a Londres y la formación de barrios chinos, que son asociados al opio, la degeneración y la suciedad. Eran migrantes muy pobres y vivían en una situación difícil. Segundo, cuando en el contexto de expansión europea por Asia y África los ingleses se topan con China y tratan de imponer condiciones durísimas contra el Imperio chino y justifican el uso de la violencia en nombre de ‘civilizar’ poblaciones ‘inferiores’. Ahora, valgan verdades, los europeos en el siglo XIX veían a los africanos y asiáticos como inferiores en general, no solo a los chinos”, explica el historiador. Y claro, el Perú se miraba en Europa.

José Tam, sin embargo, destaca que “la gran mayoría de peruanos abrazó a los chinos”. “Ha habido episodios antichinos en la historia y Perú no ha sido la excepción, pero nunca ha sido un sentimiento generalizado; si no, estos ciudadanos chinos se habrían ido. Pero luego esos mismos chinos se quedaron en Perú y desarrollaron negocios. Se empiezan a ganar la confianza y la amistad de los peruanos y estos son los que comunican a sus familiares que aquí hay trabajo. Entonces ahí viene una segunda ola, que es del siglo XX. Con la llegada de Shougang viene la tercera ola, que ya es la de los inversionistas chinos, que cambian todo el paradigma. Es decir, no viene el chino pobre a hacer dinero, sino que viene el chino con un excedente de dinero a invertir en Perú”, afirma Tam.

Además de combatir al coronavirus juntos, como una amenaza mundial, es importante no retroceder en la lucha por la igualdad: racial, de género, credo, etc. Que las razas ‘inferiores’ o ‘superiores’ queden en el pasado, ya que no se puede hacer nada para cambiarlo. Que la historia no se repita. //

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