Mabel Huertas

En apariencia, del solo quedan los grafitis (o “rayados”, como les llaman allá) que se volvieron parte del ornato del centro de Santiago. Han quedado allí como recordatorio de lo que significó la movilización, pero también de cómo poco cambió desde las protestas, disturbios y saqueos del 2019.

El proceso constituyente en el vecino del sur ha concluido con la derrota de la clase política y con la ausencia de soluciones a las demandas primigenias: salud, educación y pensiones. Sin embargo, hay un capítulo que se abre con el resultado del último plebiscito y que está relacionado con un nuevo mapa de actores que definirán el futuro de la política chilena. El voto obligatorio instalado recientemente ha cambiado el escenario del juego político que solía moverse en un eje ideológico de izquierda y derecha. ¿Quiénes son estos nuevos electores y qué patrón registran en su conducta electoral?

El voto obligatorio ha despertado a casi la mitad de la población electoral, un nuevo público cuya apatía no marcaba la temperatura. Pero hoy esta nueva demanda podría exigir un perfil novedoso de candidato que hasta el momento no se ha visto en la valorada institucionalidad chilena.

¿Es posible que la ola antisistema alcance Chile? Cuatro años de un proceso constituyente estéril, crisis económica y fuga de capitales podrían tener consecuencias. No es solo el fracaso del presidente Gabriel Boric y de la izquierda. El expresidente Sebastián Piñera ofreció “sacar del pantano” a Chile y cedió una “refundación constitucional” para torear la profunda crisis. Esta también es una derrota de la derecha. La lectura equivocada de las demandas ha dado los resultados conocidos y la desafección que se traducía en ausentismo ahora podría convertirse en un voto antisistema mientras la insatisfacción continúa siendo la misma del 2019.

Lo que parece haber cambiado desde entonces es la rabia callejera y la romantización de la violencia. Hoy, muchos chilenos recuerdan el impacto del estallido como un campo de guerra que los obligó a cambiar sus rutinas diarias e impactó negativamente en su calidad de vida, tal y como lo están haciendo ahora el crimen organizado, el sicariato y las bandas delincuenciales. La inseguridad ciudadana es una nueva demanda social que el gobierno de Boric no ha sabido liderar. En Santiago no solo se respira temor, sino también hastío de la clase política.

Días antes de la votación, un grupo de periodistas peruanos –en el que me incluyo–, invitados por la Embajada de Chile, viajó a Santiago para dialogar en intercambiar experiencias con funcionarios, empresarios y periodistas que aún se aferran a la institucionalidad política como todo buen demócrata debería hacerlo. Sin embargo, después de esas intensas jornadas y diálogos, quedó la sensación de que los peruanos éramos mensajeros del futuro y que podíamos contarles cómo continuaba su historia.

Mabel Huertas es Socia de 50+Uno, grupo de análisis político